26 de julio de 2015

¡Los pies están hechos para bailar!


 En esta ocasión, si he decidido escribir tras tanto tiempo sin hacerlo, es por un único motivo, por pedir perdón,

Perdón por haberte hecho soportar años de pensamientos negativos, de foco en lo que no funciona, en lo que falta, en lo que podría mejorarse. Años de fijación en lo insuficiente, en la posibilidad de que algo salga mal, en lo gris, en lo oscuro.

Perdón por no haber compartido contigo el mundo en color, la energía y las ganas de vivir. Perdón por no haber compartido contigo la ilusión, la desvergüenza y el desenfreno.

Por no haber corrido sin dirección, por no haber arriesgado por amor. Por no haber entendido la vida, por no haber entendido la rima de cada minuto, de cada paso, de cada oportunidad que nos da la vida.

Perdón por tener tantas cosas dentro y no haberlas compartido. No fue egoísmo, no fue mala uva, simplemente no sabía que tenía para ofrecer, no sabía qué es lo que hay que ofrecer, quién era, quién soy, por qué yo.

Perdón por un pentagrama vacío de notas creativas, de música continua. Perdón por terminar con un requiem oscuro que nubló el cielo por años. Perdón por tan siquiera haberme atrevido a bailar, a mover mi alma al ritmo de la tuya. Perdón, no es culpa mía, solo que no sabía para que servían los pies.